No sé si hay una manera correcta de hacerlo, simplemente sé que mi forma de querer es un poco... demasiado.
Porque soy alguien de extremos. Porque me enseñaron que no se quiere a medias, aunque en el medio me quede sin querer. Porque sé que cuando me quieren un poquito yo quiero querer con mi todo. Y termino queriendo más de lo que mi corazón recibe, termino pendiendo de un hilo aferrada a un poquito de cariño.
Y no quiero que se malinterprete. Me quiero, me amo a mi misma, pero siempre quiero un poquito más. Quiero que me quieran porque siento que mi propio querer no es suficiente, pero siempre soy yo la que quiere de más.
Tampoco intento buscar culpables, pero, a lo largo de la vida ¿no nos enseñan un poquito eso? Crecemos viendo películas y romances perfectos, leyendo historias de amor que nos invitan a idealizar el cariño en una relación. Entonces, cuando apenas me siento un poquito querida, pienso “ya está, es este. Me toca vivir mi romance perfecto” e inevitablemente termino aferrada a algo que puede durar menos que un suspiro. En el camino doy demasiado de mí misma sin pensar en que tal vez al final me quede sin nada.
Pero Mile, ¿no es mejor tomarse las cosas con calma y querer de a poquito? Si, bueno, andá a explicarle eso a mi corazón de pollo que tiene escrito con negrita y mayúsculas “POR FAVOR, QUEREME”. Yo les juro que lo estoy trabajando, pero no es fácil cambiar tu forma de querer. Menos si estás acostumbrada a querer demasiado.
Y querer demasiado a veces duele más de lo que vale la pena querer.
Les dejo un fragmento que escribí desde una experiencia que me dolió más de lo que debería (dramático, yes, claro que yes), pero que probablemente fue el detonante que me hizo pensar “Che, no está tan bueno querer de más”.
Siento que tu cariño se aleja, dejando mi carne expuesta. Me das un poquito de cariño y mientras más me aferro, más tiras de mí. Yo que tanto quiero, me siento herida. Una herida que solo se cura con un poquito de tu querer. Y me herís, y me curas y lo volvés a hacer.
Y no te entiendo, aunque me dicen que no hay forma de entenderte. Que, así como hay personas que quieren de más, hay personas que quieren de menos. Pero por alguna razón siempre sus caminos terminan enlazados.
Y entonces pienso que mala suerte la mía al querer de más a quien me quiere de menos. Porque quien hiere lo hace porque quiere, no por accidente. Porque así como yo te quiero y te entrego un poquito de mí cada día, vos lo destrozas con uñas y dientes a cambio de un poquito de querer.
Spoiler, me terminaron haciendo ghosting. Y cuando pasó solamente pude pensar en “¿Y qué hago con todo el cariño que tengo en mis manos?”, porque lo que para ese alguien tal vez fue algo fugaz, para mi fue (redoble de tambores) querer de más.
Creo que la vida también es un poco de eso, aprender a querer como aprendemos a hacer todo lo demás. Nadie nace sabiendo nada, mucho menos como ser humanos. Y hay rasgos propios que una no puede simplemente hacer desaparecer.
Si les soy sincera, no tengo una conclusión reflexiva, mucho menos una moraleja o palabras sabias de superación. Pero creo que nuestras propias vivencias nos van enseñando las cosas que están buenas y las que no están tan buenas como, por ejemplo, querer de más.
Y eso es todo lo que tengo que decir al respecto. Cuídense, quieran sanamente y no ghosteen a la gente que luego andamos escribiendo en substack con el corazón dolido.
Con un cafecito y mucho cariño, Mile.
Puso en palabras taaannto sentir